El Repertorio Nacional de Música - Música Guatemalteca de los Siglos XVIII y XIX




El Repertorio Nacional de Música
Música guatemalteca de los siglos XVIII y XIX

CAMERATA NACIONAL DE GUATEMALA
Director: Igor de Gandarias
ARS NOVA DE GUATEMALA
Director: Jorge Pellecer
ALMA ROSA GAYTÁN
Piano y órgano
LISBETH TIU
Soprano

Colección Música Centroamericana Vol. 1

PRESENTACIÓN

      Como parte del programa Patrimonio, cultura e identidad en América Central, auspiciado por NUFO (The Norwgian Council of Universities Comittee for Development Research and Education) se presenta este disco con el que se inicia la documentación sonora de la producción musical académica de la región durante las diferentes etapas de su historia.
       La producción contiene una antología de música vocal e instrumental, con obras de nueve compositores guatemaltecos de los siglos XVIII y XIX, seleccionadas de la compilación de música manuscrita más compendiosa hasta ahora conocida de Centroamérica, ensamblada en libros entre 1893 y 1895, bajo el título REPERTORIO NACIONAL DE MÚSICA, del cual el disco toma su nombre. 
       La grabación forma parte integral, ilustra y complementa el estudio histórico, musicológico y la antología de partituras de éstas y otras composiciones del Repertorio, que se publican simultáneamente con el apoyo de la Dirección General de Investigación, de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
       Las obras escogidas, que habían permanecido por más de un siglo sin ejecutarse, se presentan en secuencia cronológica, abarcando música sacra en latín de estilo barroco de fines del siglo XVIII y música instrumental en estilo clásico de principios del siglo XIX para grupos orquestales o solistas, bajo formas como el divertimento y la tocata.  Asimismo se ilustra la influencia de la ópera en la música sacra de mediados del siglo XIX y, finalmente, se incluyen formas de la música popular y de baile de fines del mismo siglo, como la contradanza, la polca y el son.

EL REPERTORIO NACIONAL DE MÚSICA

         La colección de libros de música guatemalteca manuscrita de los siglos XVIII y XIX que conforma el Repertorio Nacional de Música es el resultado de la acción de documentación y protección musical iniciada por el Gobierno de Guatemala a finales del siglo XIX, durante el régimen del General José María Reyna Barrios.  Constituye una iniciativa pionera en la historia de los esfuerzos oficiales latinoamericanos para conservar el patrimonio histórico-artístico de la región y proteger la propiedad intelectual en el campo de la música.   Los manuscritos contienen 529 composiciones de 31 autores distribuidos en ocho tomos que se conservan en los archivos del Conservatorio Nacional de Música y el Museo de Arte Moderno de la ciudad de Guatemala.


        Siete de los tomos de la colección están destinados a música sacra y contienen una amplia muestra de música vocal para el servicio litúrgico comprendiendo no sólo las grandes formas de música coral sacra en latín (misas, oficios de difuntos, misereres) y composiciones conexas como motetes, salves e invitatorios, sino también numerosas piezas vernáculas en castellano como tonadas, cantadas y aves marías.  Son además parte de este repertorio, piezas de música instrumental del siglo XIX para orquesta, grupos de cámara y piano, abarcando formas como sinfonía, divertimento, tocata o marcha.  Completa la colección un único tomo de música secular, constituido por composiciones para orquesta, grupos de cámara y para piano destinadas al baile, como polcas, mazurcas, valses y, principalmente, sones galantes que pertenecieron a la música de salón que estuvo en boga dentro de los círculos privilegiados de la sociedad de Guatemala a fines del siglo XIX.

COMPOSITORES Y OBRAS

El barroco en Guatemala

       Las piezas más antiguas copiadas en el Repertorio Nacional de Música fueron compuestas a fines del siglo XVIII por compositores como Ventura Portillo (n. 1751) y Pedro Nolasco Estrada (n. ca. 1771).  Ambos vivieron el traslado de la capital a la nueva Guatemala de la Asunción en 1779 y trabajaron al servicio de Catedral.  Sus obras pertenecen al repertorio de música sacra en estilo barroco tardío europeo, las cuales llegaron a Guatemala posteriormente.  Incluye principalmente obras litúrgicas en latín y piezas vocales en castellano, con acompañamiento instrumental que varía desde sólo bajo continuo, hasta grupos de cuerda reforzados por instrumentos de aliento en pares.

         El motete Vere Languores de Portillo, escrito para tres voces (ejecutadas aquí por una soprano y dos altos), con acompañamiento de violines y continuo (violonchelo y órgano): consta de tres secciones correspondientes a cada una de las tres frases del texto, las que son precedidas de introducción o interludio instrumental:

Vere languoras nostros ipse tulit                       Nuestras debilidades el Señor padeció
et dolores nosotros ipse portavit:                      y nuestros dolores soportó
cujus livore santati sumus                                   por sus heridas somos salvos

      Cada sección se divide en dos partes: la primera, ejecutada por voz solista; la segunda, por el grupo de voces, ofreciendo regularidad y balance al conjunto.  Esta estructura, sumada a la riqueza armónica de la composición y la efectiva secuencia final, de primoroso acabado, hacen de la pieza un digno ejemplar del más puro estilo barroco local de fines del siglo XVIII.  La obra estaba destinada a ser ejecutada durante la Veneración de la Cruz dentro de la liturgia del Viernes Santo.

Ventura Portillo es el primer compositor mulato de la colonia, cuya producción ha sido documentada, lo cual resulta de particular importancia para enriquecer la perspectiva histórica de la participación afro americana en la vida artística de las colonias a finales del siglo XVIII.  Cuando algunos de sus miembros se distinguieron como prominentes músicos y compositores.

Pedro Nolasco Estrada actuó como cantor en la Catedral de Guatemala desde 1782 y, quince años más tarde, fue nombrado maestro de capilla de la misma.  Su responso Subvenite Sancti Dei para cuatro voces mixtas, violines y bajo, musicaliza la oración funeraria que se entonaba responsorialmente al inicio de los servicios litúrgicos durante las exequias del cuerpo presente en la época colonial.  Las tres secciones corales de las que consta, presentan una textura contrapuntística con entradas escalonadas de las voces, algunas de carácter imitativo.

Coro:
Subvenite Sancti Dei,                                                           Venid en su ayuda santos de Dios
occurrite Angeli Domini                                                      salid a su encuentro ángeles del Señor

Cantor:
Suscipientes animan ejus:                                                   Recibid su alma                                   
Oferentes eam in conspectu Altissimi                                Presentadla ante el altísimo

Coro:
Suscipiat te Christus, qui vocavit te:                  Cristo que te llamó, te reciba
et in sinum Abrahae Angeli deducant te.                         Y que los ángeles te conduzcan al seno de Abraham  

Cantor:
Suscipientes animan ejus:                                                   Recibid su alma:
Ferentes eam in cosnpectu Anltissimi.                               Presentadla ante el altísimo

Coro:
Requiem aeternan dona ei.                                                Dadle el descanso eterno
Domine: et lux perpetua luceat ei.                                     Y que luzca la luz perpetua

La música instrumental
   
     En la primera mitad del siglo XIX se observa el florecimiento de la música instrumental en Guatemala.  Dentro de este género se componían divertimentos, tocatas, marchas y sones para la iglesia.   José Eulalio Samayoa (n. 1780) se considera como figura predominante en este período y se distinguió como compositor, violonchelista, director y escritor.  En el Repertorio Nacional de Música se hallan registradas 101 de sus obras, donde sobresalen dos de sus sinfonías, tres divertimientos y un buen número de tocatas de iglesia.  Su Divertimento Nº 10 escrito para flauta, dos oboes, dos cornos y cuerdas, constituye una cristalina joya del arte clásico guatemalteco.  La obra se basa en la estructura del primer movimiento de sonata, que divide el discurso en tres partes principales conocidas como exposición, desarrollo y reexposición.  Las claras puntuaciones entre las partes, el empleo de tres temas diferentes en la exposición y la ausencia de repetición en la recapitulación, permiten afirmar que el trabajo corresponde a un periodo del clasicismo totalmente desarrollado, que Samayoa debe haber asimilado en su madurez como compositor.  La Tocata Nº 3, similar a otras obras de este tipo, es de menor dimensión; su instrumentación es menos ambiciosa (dos cornos, violines y bajo) y presenta un esquema formal en dos partes, más cercano al modelo barroco anterior.

     Sus cuatro Sones para violín y bajo forman parte de una colección de pequeños sones galantes de sencillo sabor local  que eran tocados principalmente en época navideña en iglesias o casas particulares.  La popularidad de estas piezas derivaba de su sencillez melódica y su vitalidad rítmica, provista por el uso frecuente de hemiola rítmica.  Por otro lado, la ausencia de dificultades técnicas los hacía aptos para la enseñanza musical.


     Francisco Antonio Godoy (n. 1784) se desempeñó como violinista, cantante y compositor en la primera mitad del siglo XIX.  Su producción en el Repertorio Nacional de Música lo descubre como sólido creador de fluida vena melódica y predilección por la clara presentación formal de sus obras.  Su arreglo de la antigua secuencia a la Virgen de Dolores, el Stabat Mater, para dos tenores y un bajo con acompañamiento ejecutado aquí por el órgano, está construido en formato binario, correspondiente a las dos primeras estrofas del texto.  Sobresale el interés melódico en cada voz dentro de una textura homófona.

Stabat Mater Dolorosa                                        La madre dolorosa estaba
Juxta Crucem lacrimosa,                                      Junto a la Cruz y lloraba
Dum pendebat Filius                                            Mientras el hijo pendía

Cujus animan gementem,                                   Cuya alma triste y llorosa
Contristabam el dolentem,                 Traspasada y dolorosa
Per transivit gladius                                             Fierro cuchillo tenía

     El compositor mejor representado en el Repertorio Nacional de Música en cuanto a número de obras, las cuales llegan a 158, es Juan de Jesús Fernández (1795-1846).  Su trabajo para la iglesia incluye composiciones de gran aliento para voces, con frecuente empleo de orquesta y abundante música instrumental, para ensambles de cámara y a solo.  En este volumen se ofrecen cuatro ejemplos de sus 60 Tocatas de iglesia para teclado, que es la colección más antigua y voluminosa de este tipo que se ha encontrado en Guatemala.  El conjunto ofrece una enorme variedad de posibilidades melódicas y armónicas, cuyo estilo entre barroco y galante, presenta en algunos casos un definitivo sabor local.  Algunas de estas piezas fueron escritas originariamente para grupos de cámara y luego reducidas al teclado para guía del pianista o el organista.  La Tocata Nº 6 escrita para el tradicional ensamble de cornos, violines y bajo obedece a un formato ternario de clara condición clásica.

Influencia de la ópera

      A mediados del siglo XIX se impuso en los círculos elegantes de la sociedad guatemalteca el gusto por la ópera, expandiéndose por todas partes y penetrando fácilmente a los templos, con la complacencia de los feligreses.  La Cavatina “Pan que dais Fortaleza” para soprano y orquesta, de Remigio Calderón (fl. ca. 1850) es un claro ejemplo de este influjo, en el que el autor privilegia la voz solista y su lucimiento en melodías de intenso lirismo, recurriendo a sus registros extremos y a la ejecución de pasajes melismáticos cargados de la expresión dramática, propia del estilo operístico del siglo XIX.

Pan que dais fortaleza
a el flaco pecador
lo enciendes en amor
y con dulzura tal
lo unes a tu grandeza,
lo alimentas y le ofreces
que lo harás inmortal.

Pan de mis ansias
en ti reunido
está lo apetecido
no mas está en ti reunido.

En ti se encuentra la dulce unión
que al corazón llena de paz
cual se contenta mi alma al mirarte
y al contemplar cómo te dais.

Pan que dais fortaleza
a el flaco pecador
¡Señor! oye los ruegos del vil ufano
que por ti existe sobre la tierra.

En ti se encuentra la dulce unión
que el corazón llena de paz
cual se contenta mi alma al mirarte
y al contemplar cómo te dais
Cual se contenta mi alma
al contemplar con ansia
tu bondad de esas manos piadosas

     Otra faceta de la producción de Remigio Calderón la ofrece su Marcha Nº 1 en Re mayor, para cornos y cuarteto de cuerdas, donde los cornos participan en pasajes melódicos, además de su tradicional papel de refuerzo rítmico y armónico de partes culminantes.

Música de salón

     Al cerrar el siglo XIX había proliferado en la capital guatemalteca una serie de “sociedades de baile” que organizaban celebraciones donde abundaban ocasiones para el trabajo musical de intérpretes y compositores.  El repertorio consistía principalmente en mazurcas polcas, valses, contradanzas y sones, que ejecutaban grupos de cámara, orquestas y solistas, principalmente de piano.

     La contradanza “La Victoria” de Anselmo Sáenz (fl. ca. 1842-1850) y la polca “La Vida en Guatemala” de Lorenzo Morales (1833-1896), son ejemplos de música para piano de este repertorio.  Esta última composición es representativa de la llamada polca “nacional”, cuyo peculiar sabor se impuso en la música de baile de esta época.

     Simultáneamente, y con el mismo ímpetu, los compositores escribían sones galantes, cuya demanda y producción tuvieron su apogeo en este momento histórico.  El Son Nº 1  y el Son Nº 9 de Manuel Sosa (fl.  ca.  1870-77), escritos para grupo de cuerdas y dos cornos, ejemplifican estas expresiones mestizas de raíz indígena que se tocaban en fiestas en casas particulares donde, indudablemente, llamaban a la danza.  Estos sones siguen una estructura binaria simple y su carácter cortesano y elegante no oculta su filiación con las dazas barrocas del siglo anterior.  En ellos el maestro Sosa muestra su particular gusto por la renovada presentación del mismo tema en diferentes zonas tonales.


Edición patrocinada por

THE NORWEGIAN COUNCIL
OF UNIVERSITIES COMMITTEE
FOR DEVELOPMENT RESEARCH
 AND EDUCATION

Camerata Nacional de Guatemala
Néstor Arévalo principal (violín Chipot Villaume.  1829)
José Santos Paniagua, Baudilio Méndez, Gloria Ávila
y Alfredo Quezada, violines primeros
Hugo Rolando García, Héctor Castro y Estuardo Gómez, violines segundos
Aníbal Guerrero y Moisés López, violas
Guillermo López, Sergio Ortiz, violonchelos
Arturo Santa María, contrabajo
Gustavo Gómez, Mario Cubur, flautas
Fielding Roldán, Sergio Rodas, oboes
Rolan Casasola, Ludwin Vásquez, cornos
Director: Igor de Gandarias

Ars Nova de Guatemala
Rebeca Vásquez-Levy, soprano
Elisabeth Lehnhoff y Lucrecia Aldana de Pérez, altos
Arturo Duarte y Otto de la Roca, tenores
Edwin Paredes y Alfonso Muralles, bajos
Marco Barrios, violín primero (violín barroco Joannes Havelka, Austria 1775)
Alex Salazar, violín segundo (violín barroco anónimo, italiano ca.  1780)
Paulo Alvarado, violonchelo (Lucky Hill, Inglaterra1821)
Director y continuo (órgano): Jorge Pellecer

Grabaciones realizadas con el órgano de la iglesia La Merced (Walcker 1960)
Grabaciones: Ingeniero Luis Blanco.  Grabaciones in situ:
Miguel Morales.  Estudios Sonex
Fotos de portada e interiores: Detalles de la caja del órgano
de la iglesia La merced  S.  XVIII Ciudad de Guatemala
Diseño y fotos: Walter Dávila
Producción ejecutiva: Arturo Duarte y Elisabeth Lehnhoff
Producción artística y textos: Igor de Gandarias

























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