En todas las culturas del mundo, los dioses son modelos a seguir o imitar por los humanos. Los católicos piensan que están hechos a imagen y semejanza de Dios. Seguramente, los mayas antiguos tenían una concepción similar y los distintos dioses que conformaban el panteón maya influyeron de forma decisiva en el aspecto físico de la población. Cada deidad se caracterizaba por rasgos propios, y el modelado de la bóveda craneana era uno de los atributos que las distinguía. En este sentido hay que resaltar que las variadas modelaciones cefálicas en el panteón de los dioses mayas del Clásico encuentran concordancia con el diversificado repertorio de las formas cefálicas logradas entre los antiguos pobladores, como se observa en los restos esqueléticos y en el registro iconográfico del área maya.
La modelación cefálica era común entre los mayas prehispánicos y se lograba empleando tablillas libres o cunas compresoras sobre el cráneo, con lo que se alcanzaba una gran diversidad, sin precedente durante el primer milenio de nuestra era. Esta costumbre corporal maya ya ha sido tema de varias aportaciones anteriores en esta revista, por lo que en este ensayo se ofrece una visión complementaria, centrada en los dioses mayas. Para ello, se ha revisado una extensa base de datos de imágenes “sacras”, en las que se advierte la forma cefálica particular que las convenciones artísticas de antaño atribuían a cada deidad.
LOS DIOSES MAYAS
Desde que a principio del siglo XX, Paul Schellhas y Eduard Seler, entre otros, realizaron los primeros estudios sobre los códices del Posclásico, mucho se ha dicho de los dioses de esta etapa final de la cultura maya antigua. En ese momento, al no estar descifrados sus nombres, fue cuando se les asignó a cada uno una letra del alfabeto para poder distinguirlos. Con el paso del tiempo, los hallazgos arqueológicos y el avance en el desciframiento de la escritura jeroglífica maya, se observó que los dioses del Posclásico eran los mismos que los del panteón maya del Clásico. Así, el dios E de los códices es el dios del maíz del Clásico. El D es Itzamnaaj, dios relacionado con el conocimiento, la sabiduría y la escritura y que lleva la frente adornada con un lirio con el signo de oscuridad. El dios K es K’awiil, dios de la abundancia, entidad asociada con la magia y la adivinación a través de su pierna serpentina (Valencia y García Barrios, 2010). El dios B es Chaahk, dios del rayo, la lluvia y la guerra, quien siempre se muestra blandiendo su hacha-rayo (García Barrios, 2009). El dios G es K’inich, dios del Sol, que se distingue principalmente por la mirada bizca, el diente en forma de T y el signo cuadrilobulado de Sol o día, k’in, en su frente, brazos y piernas. Pero aún faltan por conocer los nombres exactos de otros dioses relevantes del Clásico, en especial de aquellos que tienen rasgos físicos de ancianos, como por ejemplo el del dios N, quien está asociado con el interior de la Tierra a través de la caracola; o el dios L, quien viste una larga capa con los diseños llamados chevrones, cubre su cabeza con un amplio sombrero de plumas sobre el que se asienta un gavilán y se ayuda de un báculo para caminar.
Chaahk en los mitos de las vasijas estilo códice
Ana García Barrios |
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Chaahk es uno de los dioses principales del panteón maya del Clásico. Así lo atestiguan las imágenes y los escritos de la época prehispánica. Es el responsable del rayo, la lluvia y las tormentas. Pese a ser un dios celeste, sus actividades rebasan el ámbito superior y participa activamente en acontecimientos mitológicos que se desarrollan en espacios liminares. La gran mayoría de las narrativas mitológicas del dios fueron reproducidas sobre un conjunto de vasijas pintadas con fondo crema y dibujo caligráfico, motivo por el cual recibieron el nombre de vasijas estilo códice.
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Cada maestro pintor de códices tenía su propio estilo. En esta vasija, el artista exageró la figura y los atributos principales del dios Chaahk: orejera, tiara y hacha, mientras que redujo el rostro, los brazos y las piernas. El representante de la muerte, quien ocupa un lugar menor en la escena, tiene las mismas características. Sus brazos, extremadamente delgados, lanzan a un Bebé Jaguar, de quien sólo se ve una garra y la cola. El amplio conocimiento que los maestros pintores de códices tenían sobre el mito del ritual del Bebé Jaguar explica los diferentes tratamientos pictóricos y las particularidades con las que cada uno las enfocó. Foto: © Justin Kerr K1199 |
Amediados del siglo VII y hasta el primer tercio del siglo VIII, en un área concreta de Petén (desde la Cuenca del Mirador hasta Calakmul) comenzó a elaborarse un nuevo estilo cerámico cuya principal característica era la ausencia de color en las figuras. Con deleite y pericia los escribas recubrieron con engobe color crema las superficies de las vasijas y las enmarcaron con dos bandas de color rojizo. De esta manera obtenían una superficie semejante a las secciones que preparaban los escribas en los códices de papel amate. Sobre ellas y con finas líneas de color negro-marrón, los virtuosos escribas-pintores dejaron plasmada gran parte de su tradición historico-mitológica. Las tipologías de las vasijas, cuencos, cajetes, vasos, escudillas, en ocasiones jarras y frascos veneneros, serían las que pondrían a prueba la creatividad y habilidad de estos artistas a la hora de reproducir en ellas una escena concreta. Precisamente, por sus características formales y estilísticas similares a las de los manuscritos del Posclásico, este conjunto de vasijas fueron definidas por Michael Coe (1973) como “cerámicas estilo códice”.
Las vasijas estilo códice abordan varias temáticas, entre las que habría que destacar la muerte del dios viejo, el renacimiento del dios de maíz, el sacrificio del Bebé Jaguar y el mito en el que K’awiil atrapa y envuelve con su pierna serpentina a una mujer joven que es acosada por un dios anciano. Por otro lado, están las diferentes narrativas donde intervienen seres sobrenaturales caracterizados como animales y entidades anímicas con connotaciones malignas que, como sugiere Velásquez García (2009), los textos definen como wahyis, “naguales” o “espiritus familiares” (“demonios que se suponen tienen tratos con una persona, y a la que acompañan y sirven”), asociados con los gobernantes mayas. Igualmente, se representan narrativas concretas del Popol Vuh, cuyos protagonistas son los hermanos mellizos. Otro tema recurrente es el de los escribas, que se muestran de perfil, sentados y reclinados mientras escriben códices. Los escribas llevan sus cuerpos adornados con signos de brillo, lo que les relaciona con el mundo fantástico de las criaturas sobrenaturales.
Dentro de la gran variedad de seres sobrenaturales y dioses que participan en estas narraciones mitológicas, hay que destacar la presencia casi constante, bajo diferentes advocaciones, actividades y apariencias, del dios del rayo y la lluvia, cuyo nombre en los textos del Clásico se leería Chaahk.
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