ILUSTRACIONES DE SITIOS MAYAS HECHOS ENTRE 1839 A 1841
Esta exhibición representa la colaboración de 19 estudiantes del Seminario de Primer Año “Making Sense of the Pre-Columbian” [Dando Sentido a la Era Precolombina], y de Martin Antonetti, conservador del Mortimer Rare Book Room. El seminario, realizado durante el otoño de 2005, cubrió, entre otros temas, la historia Maya antigua, las obras originales de arte Maya en colecciones de museos y colecciones privadas, los relatos de viaje escritos por John Lloyd Stephens en el siglo XIX, las litografías de Frederick Catherwood, y discusiones acerca de la colección y el significado de objetos precolombinos en el presente. El título de la exhibición, los textos interpretativos y la bibliografía anotada fueron todos escritos por estudiantes del seminario como proyecto de fin de curso.
Agradecemos de manera especial a Martin Antonetti, Betsy Barone, Barbara Blumenthal, Dick Fish, Karina Hernández, Elisa Lanzi, Linda Muehlig, Sherry Poirrier y Barbara Polowy, todos quienes contribuyeron significativamente al seminario de Primer Año, a esta exhibición y a la página de Internet de la misma. Quisiera reconocer también a College Hall y al Museo de Arte de Smith College, cuyo apoyo económico nos permitió visitar colecciones de varios museos durante nuestro seminario, tomar prestados objetos originales para el estudio, y presentar una versión en español de nuestro trabajo. Finalmente no podría faltar nuestro profundo agradecimiento a Christine Nicolov ’73, quien nos inspiró a emprender el proyecto en primera instancia.
DANA LEIBSOHN
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Cuando Stephens y Catherwood excavaron esta escultura, la vestimenta y la ausencia de barba, los llevó a pensar que se trataba de la imagen de una mujer. Aunque cabe resaltar que los hombres mayas solían usar túnicas largas en sus ceremonias religiosas, y hoy en día los expertos concuerdan que esta imagen representa a uno de los gobernantes más famoso de Copán, el Rey Waxaklajun Ub’aah K’awiil, vestido como uno de los dioses del maíz.
Los sacrificios eran parte importante de la vida religiosa Maya ya que se creía que los dioses se habían sacrificado a sí mismos para crear el mundo. La iconografía de los dioses del maíz y las serpientes en esta estela tienen que ver con esta tradición. Cuatro dioses del maíz cuelgan a los lados de la figura, mientras que una mazorca y unas hojas de maíz aparecen justo encima del tocado. Por otra parte, las serpientes solían representar los sacrificios. En uno de los costados de la escultura dos serpientes se entrelazan y sostienen una figura grotesca y un instrumento que permitía a los mayas extraer su propia sangre para el sacrificio a los dioses. Para los mayas los sacrificios eran ritos sagrados de adoración a los dioses del maíz, y a otros dioses.
Catherwood junto a seis de los mejores litógrafos de Londres, utilizaron el grabado para sus publicaciones. La litografía, técnica relativamente nueva en esa época, les permitió realizar publicaciones extensas. La mayoría de los grabados se forman a partir del bosquejo de un artista plasmado directamente sobre un bloque de piedra caliza. La piedra es teñida con sepia luego de cada impresión. Después Catherwood pintaba a mano cincuenta colleciones con los colores que pueden apreciarse en cada grabado. Catherwood lanzó una publicación de 300 copias de cada grabado. Evidentemente su obra era bien conocida, lo cual le proveyó de los medios necesarios para terminar la serie completa.
Según los arqueólogos de hoy en día, Catherwood no hizo uso de su licencia artística para plasmar falsos detalles, aunque supo utilizar sus habilidades artísticas para darle a esta estela un aire de misterio, representándola medio ensombrecida y oculta entre los árboles de la selva. También optó por representar los glifos de la forma más detallada y precisa que pudo. Esta obra constituye no sólo un testimonio de su destreza sino que también revela su reverencia por la artesanía Maya.
Podemos evidenciar la influencia del estilo Romanticismo (1830-1970) en Catherwood por el ambiente que creó en este grabado. Las emociones y los colores dramáticos son característicos de este periodo. De igual forma Le Jeune Martyre (La Joven Mártir) de Paul Delaroche (1855) muestra una figura pacífica, víctima de su entorno, atrapada en la tormenta, que parece resuelta a subsistir. Este es el mismo efecto que produce la representación de Catherwood de la estela partida.
Catherwood estudió arquitectura en la Academia Real de Londres; también viajó a Roma, Grecia, y Egipto dibujando ruinas bien conocidas en el mundo Occidental. Stephens dijo de esta estela “Es igual que cualquiera de las mejores reliquias de arte egipcio.” Para el tiempo en que Stephens y Catherwood los re-descubrieron, estos valiosos vestigios habían sufrido daños y estaban cubiertos por la vegetación salvaje, creando un paralelo consistente con el carácter vibrante de la cultura Maya en el mundo antiguo.
La forma como Catherwood manipula la luz en sus bosquejos es lo que da vida a estas estructuras de piedra. La estela aparece iluminada, de tal forma que la fuente de luz proviene desde el fondo, por lo que las sombras de las manos aparecen arriba en lugar de abajo. El altar, sin embargo, parece estar debajo de la luz, de tal forma que las sombras del rostro caen por debajo de éste. Catherwood maneja la escena de tal forma que el altar irradie un aire de oscuridad. La estela en cambio ha sido representada con gran ímpetu, para darle un aire de antigüedad, que contrasta con el espíritu pacífico de las otras litografías de Copán, como en el caso de las láminas 1 y 3.
Para Stephens y Catherwood la condición lamentable en que se encontraban las ruinas, reflejaba el detestable desinterés de los palencanos (del Siglo XIX) por la antigüedad. Los exploradores decidieron tomar cartas en el asunto adquiriendo derechos de propiedad sobre el lugar. Stephens se creía el dueño legal de las ruinas, y las veía como parte de la herencia cultural de los Estados Unidos, aduciendo que el sitio se encontraba dentro del continente “Americano”; al final, sin embargo, no logró adquirirlas. Catherwood, por otra parte, contrató a un conocido norteamericano para que fabricara moldes de yeso de los principales monumentos de Palenque. Pero su esfuerzo se vio truncado a causa de los reclamos de tres palencanos que consideraron que sus derechos ancestrales estaban siendo violados, demostrando así que en realidad no eran tan indiferentes como Stephens y Catherwood habían pensado.
El Palacio demuestra que los mayas eran en efecto arquitectos de gran talento. Para construir este edificio debieron valerse de estrategias arquitectónicas complejas e innovadoras. Ingeniosamente, implementaron elementos tales como nichos pequeños en sus bóvedas para reducir el peso del techo y un avanzado sistema de drenaje para eliminar el peso excesivo del agua. El resultado fue el espléndido edificio que aparece en el dibujo de Catherwood.
La serie de corredores arqueados, matizada por el arco central en voladizo es un excelente ejemplo de la arquitectura Maya clásica. Aunque su descuido es evidente, Catherwood centra su representación en el diseño complejo y minucioso. El guía indígena que está sentado en el suelo del templo de piedra observa las ruinas con admiración. El espectador se ve obligado a seguirle la mirada a lo largo del corredor arqueado y finalmente hacia la selva que se vislumbra a lo lejos.
Uxmal era una ciudad inusual ya que la disposición de sus edificios no concordaba con la topografía natural. Cada estructura fue específicamente alineada en dirección a los cuatro puntos cardinales. La Pirámide del Adivino, que puede apreciarse a la derecha del grabado, es también inusual por su forma elíptica, en lugar de ser rectangular o cuadrada, como eran usualmente las pirámides Maya. En el centro aparece el Cuadrángulo de Las Monjas que se conoce con este nombre por que sus habitaciones en forma de celdas, les recordaron a los exploradores españoles a los conventos. Esta estructura se distingue ya que sus cuatro edificios fueron levantados en niveles diferentes; el edificio del norte es el más alto, seguido por los de oriente y occidente, siendo la estructura de sur la de menor altitud.
En primer plano se puede apreciar a los residentes locales trabajando frente a la Casa del Gobernador, aparentemente despejando el sitio arqueológico para la exploración de Stephens y Catherwood.
Uxmal
La entrada parece una boca abierta que induce al observador pasajero a explorar sus profundidades. Cuando Stephens entró, descubrió un dintel de madera cubierto de escritura Maya. Con la intención de poder salvar su hallazgo del “machete cruel de algún indio,” mandó llevar parte del dintel hacia Norteamérica. Este es apenas un ejemplo de la forma en que Stephens y Catherwood tomaban los artefactos Maya para sus estudios, sacándolos de su contexto original. Existe otro grupo de personas que también extraen artefactos Maya de sitios arqueológicos, pero no se toman la molestia de registrar de dónde sacaron las piezas—a estos nos referimos con el nombre de saqueadores.
El saqueo constituye un serio problema en el campo de la arqueología y el estudio de las culturas precolombinas. Los saqueadores destruyen el contexto arqueológico con el cual se podrían descifrar jeroglíficos y ampliar los conocimientos de los expertos en cultura Maya. Se estima que por cada arqueólogo pueda haber hasta doscientos saqueadores. Los coleccionistas que compran las reliquias con fines de lucro también aumentan los precios en el mercado. El mercado negro de artefactos Maya tiene un valor actual de miles de dólares al año (y va en aumento), y destruye a su paso inestimable información sobre la civilización Maya. Desde la década de los 70, algunos países han adoptado las leyes de patrimonio cultural de la UNESCO. Sin embargo, y a pesar de estas leyes, los saqueadores continúan excavando los sitios arqueológicos y vendiendo sus hallazgos a coleccionistas e intermediarios. Los arqueólogos de hoy demandan leyes más estrictas en todos los países; los museos también prefieren que los coleccionistas adquieran solamente objetos que tengan declaración de origen. Esta problemática seguirá afectando a expertos y a coleccionistas en el futuro, y podemos dar un vistazo al pasado y ver las primeras reacciones en este debate, a través de los grabados de Catherwood.
Observemos ahora el motivo de la serpiente en la litografía. Una prominente cabeza de serpiente aparece en la esquina superior izquierda, y si bajamos la mirada lentamente hacia el centro de la imagen, podemos ver una serpiente real deslizándose frente a las ruinas. Catherwood terminó sus bosquejos a su regreso en Londres y Nueva York, por lo que es posible que haya incorporado el reptil al grabado más adelante, para resaltar la importancia que aducía a la figura de la serpiente en esta parte de la Casa del Gobernador.
Se deduce por su reproducción de cada uno de los símbolos iconográficos del edificio, que Catherwood tenía un profundo interés en las ruinas. Al mismo tiempo da la sensación implícita de una civilización perdida y salvaje. El lenguaje corporal de los indígenas, sumado a la jungla salvaje que cubre las ruinas, brinda a los espectadores de la obra de Catherwood la idea de una civilización antigua e indomada.
Según el relato de Stephens, una vieja mujer incubó de un huevo al hijo de un enano. El enano y el gobernador de Uxmal se desafiaron el uno al otro a realizar diversas hazañas para demostrar su fuerza. Una de ellas fue la de construir en una sola noche una casa que fuese más alta que todas las demás. Aunque el enano entró en desesperación a causa del reto, su madre le dijo que no se preocupase, y al día siguiente el enano se despertó en la que hoy en día se conoce como las casa del Enano (o del Adivino.). La leyenda de la Casa del Adivino, y el edificio mismo, capturaron la imaginación de los europeos, por lo que Catherwood representó el edificio en varias ocasiones. Stephens y Catherwood llamaron a la Casa del Adivino “el Gran Teocalis,” en referencia al teocalli, un templo prehispánico.
Esta imagen muestra la fachada de la grandiosa estructura de la Casa del Adivino. La pared se distingue por su elegante obra de mampostería. Esta imagen pone en evidencia los efectos del paso del tiempo (desde la época en que los antiguos adoraban en el templo), ya que la fachada que antes estaba pintada yace ahora desnuda, y la sección central de la pared se ha derrumbado, revelando la entrada al templo interior. En primer plano se puede apreciar un ejemplo de las representaciones que hacía Catherwood de trabajadores indígenas en su tiempo de descanso, una escena que se repite en muchos otros grabados de esta colección.
La religión maya veneraba a trece dioses del mundo celestial, y nueve señores del abismo. Los mayas construyeron los edificios de Uxmal (al fondo de este grabado), sobre elevaciones naturales, a fin de que las estructuras sagradas estuviesen más cerca del cielo. Este concepto tiene relación con la historia Maya del alba y el ocaso. Los mayas creían que durante el día el sol se encontraba en el reino celestial, y que durante la noche debía luchar por salir del abismo para volver a ocupar su lugar en los cielos. Estas creencias eran parte esencial de la religión Maya, y parte esencial de su diario vivir.
La arquitectura de este vestigio es impactante, sobre todo por el estado lamentable en que se encuentra, ya que la parte extrema derecha de la fachada se ha desprendido. Los cimientos al descubierto revelan la manera en que la estructura fue construida. El estilo de este edificio, en el que la puerta de entrada forma un recuadro que enmarca el paisaje natural, es típico de las construcciones Maya, y Catherwood lo utiliza para resaltar la naturaleza selvática a su alrededor. Los habitantes mayas contemporáneos que aparecen en la imagen muestran cuán alta es la estructura. Catherwood los muestra pacíficos y sumisos, e ingeniosamente censura la desnudez del pequeño niño de la imagen colocando estratégicamente un fragmento de una de las ruinas. Parece como si quisiera civilizar (en términos de Occidente) a los indígenas, a fin de que estén en condiciones de aparecer junto a los monumentos que tanto venera; este aspecto también se ve reflejado en su apariencia relajada y aún en el blanco de su vestimenta que contrasta con el tono oscuro de su piel. Aunque la ropa que llevan se parece a la vestimenta Maya del Siglo XIX, logra cubrir sus cuerpos de manera apropiada, siguiendo las normas y costumbres de Occidente. Catherwood no es el único que desea civilizar a los indígenas por amor al arte, aunque en el caso de esta representación la tendencia es evidente.
Cuando Catherwood vio este sitio arqueológico por primera vez durante su expedición de 1839, quedó impresionado. Las entalladuras que representó en este grabado fueron hechas con excepcional detalle. Las figuras talladas aparecen por toda la imagen, especialmente en contraste con la simplicidad de los objetos y las personas que parecen estar más cerca del espectador. De hecho la representación de Catherwood del sitio arqueológico parece querer realzar la estructura, ya que la coloca por encima del mundo actual, inclusive del pueblo Maya contemporáneo (ninguno de los cuales logra cautivar la atención del espectador de la manera en que el sitio arqueológico lo puede hacer).
Según se puede apreciar en una fotografía de la Casa de Las Monjas tomada por el fotógrafo y arqueólogo Joseph Désiré Charnay en 1863 (24 años más tarde), Catherwood acentuó los detalles del tallado, ya que en su representación aparecen aún más nítidos de lo que él mismo pudo haberlos percibido. En las fotografías de Charnay de Las Monjas se puede notar que la construcción no es ni pristino ni tan bien conservada como sugiere el estilo romanticismo de Catherwood.
La técnica que utiliza Catherwood tanto en el manejo de luz como de la oscuridad sugiere un contraste entre la elegancia de la ciudad distante y el trabajo riguroso al que debían someterse los trabajadores del primer plano. En este caso la oscuridad transmite un aire de monotonía y fatiga, y no de misterio como es el caso de otras litografías de Catherwood (láminas 4, 5, 17 y 25.). Sin embargo la imagen también muestra el estilo romanticismo, en la manera en que Catherwood resalta la naturaleza espiritual de las nubes.
La cámara de Kabáh es característica del estilo Puuc que prevaleció durante un periodo de doscientos años (antes del año 1000 de nuestra era), e incluyó las ciudades de Labnah y Uxmal. El estilo arquitectónico Puuc mantiene un balance entre paneles simples y decorados. Bloques de mampostería (piedras talladas en grandes unidades para decoración), pirámides con cámaras, pasajes abovedados, fachadas verticales y entradas enmarcadas por columnas eran a menudo utilizados en el estilo Puuc. Mientras que en parte de la entrada se pueden apreciar tallados complejos, el resto de la habitación permanece de alguna manera desatendida. Otra característica del estilo Puuc son los techos altos que terminan en punta—o bóveda de voladizo. Se ha especulado que la bóveda Maya tenía nueve capas de piedra, que correspondían a las nueve capas del abismo y a los nueve Señores de la Noche.
Como se puede ver aquí, los mayas del siglo XIX tenían bajo control su funcional y bien organizada sociedad. Por otra parte, la construcción en el fondo ha sido iluminada de tal forma que opaca la actividad que se desarrolla frente a la misma. A través del efecto de la luz, Catherwood refuerza la idea de una sociedad antigua demasiado bella y poderosa como para que sus descendientes puedan perpetuarla. El debate entre lo Nuevo y lo Viejo es un tema que se repite en esta colección, y plantea una interrogación: ¿Es acaso una de las dos culturas más valiosa que la otra?
Pero las ruinas en sí no deben ser ignoradas. El acercamiento revela imágenes como la cara tallada del extremo izquierdo, y el patrón en zigzag a lo largo de la fachada frontal. Sin embargo, la característica arquitectónica más notable aquí es la bóveda de voladizo, que también aparece en las láminas 7 y 17. Esta especie de corredor arqueado se caracteriza por una cúspide plana, a diferencia de los arcos redondeados de la antigua Roma. Su ubicación justo en el centro de la litografía logra atraer la mirada hacia su interior.
En Incidentes de un Viaje, John Stephens, el compañero de Catherwood, habla acerca de Labnah, sitio desconocido aun para los habitantes nativos del área. La estructura aquí representada, corrobora que Labnah es un lugar “de reliquias, que aunque deterioradas, sigue manifestando la gloria de un pueblo misterioso.” El grabado refuerza el carácter enigmático de Labnah, ciudad construida por un pueblo igualmente intrigante.
Stephens y Catherwood, al igual que otros estudiosos de la época, se refirieron a los descendientes de los mayas del mundo antiguo, como seres primitivos, desposeídos de la gloria de sus ancestros. Sin embargo, esta escalera de más de 80 pies de altura demuestra todo lo contrario. Al igual que sus ancestros, los mayas del siglo XIX sabían utilizar la materia prima de manera hábil y funcional.
La imagen de Catherwood de Las Monjas, aislada en este desierto cubierto de maleza, evoca un lugar y un tiempo demasiado lejanos a las experiencias turísticas del siglo XXI. Su ojo ávido para el detalle arquitectónico logra representar una fachada prodigiosa. Catherwood logra precisar los detalles en las máscaras de las deidades Maya, la ornamentación con volutas y aun las plumas del tocado de la figura que aparece sentada sobre la entrada. Mediante el uso de sombras y las líneas agudas, revela la manera en que los mayas yuxtaponían talladuras de relieve superficial con elementos que sobresalían completamente de la superficie del edificio (evidente sobre todo en los bordes del lado izquierdo del edificio y sobre la entrada principal.). El resultado, una obra arquitectónica maravillosa.
La escena capturada por Catherwood en este grabado efectivamente corresponde a mediados del siglo XIX—lo cual deducimos por el tipo de vestimenta que llevan los mayas. Sin embargo la postura holgazana de estos habitantes sugiere una carencia de prisa. La escena no muestra de forma alguna la ansiedad que agobiaba a Catherwood por lo limitado del tiempo con que contaba para trabajar en Chichén Itzá. En la realidad, el tiempo era sumamente valioso y Las Monjas no era un paraje aislado (a su alrededor se encuentran muchas otras estructuras, bien conocidas por los habitantes locales, y que de seguro Catherwood y Stephens pudieron advertir.); sin embargo, esta perspectiva idílica de Las Monjas nos invita a imaginar un sitio mágico, en un tiempo sin prisa. Aunque la realidad de Catherwood y de los mayas haya sido otra, esta fantasía aun logra capturar nuestra imaginación.
Esta pirámide Maya es una estructura de casi 80 pies de alto, de cuatro lados, con escaleras en cada uno. Hoy en día se pueden apreciar dos esculturas de cabezas de serpiente en la parte baja de cada escalera. Durante los equinoccios, en septiembre y marzo, el sol produce una sombra que se desliza por las 91 gradas de la escalera del norte, semejante a la figura de una serpiente desenrollándose. En la actualidad este sitio arqueológico sigue atrayendo a muchísimos turistas que fascinados admiran este magnífico tributo a Kulkulcán.
Los mayas veneran una serpiente emplumada, el dios Kulkulcán o Quetzalcóatl. Cuenta la leyenda que un antiguo gobernador, Kulkulcán, fundó la ciudad Maya de Chichén Itzá, aunque hay varias versiones de esta historia. Una de ellas cuenta que el fundador errante fue consumido por fuego divino, y que su corazón se convirtió en el planeta Venus y sus cenizas en pájaros. En honor a esta deidad, los mayas edificaron las escaleras en forma de serpiente con asombrosa precisión. Catherwood logró identificar acertadamente el contexto religioso de la pirámide, por lo que la cabeza de serpiente de piedra aparece en primer plano.
Tulum se desarrolló entre los años 1200 y 1520 de nuestra era, pero fue abandonada poco después de la conquista. Poco a poco los árboles y las plantas la fueron cubriendo hasta convertirla en un legado escondido y apacible de su gloriosa cultura. Como se puede apreciar en este gravado, la expedición de Stephens y Catherwood los llevó a asegurarse personalmente de que el sitio arqueológico fuese despejado. Pero, ¿Habrá sido ese el deseo de los mayas del mundo antiguo? Stephens y Catherwood abrieron el camino a una lucrativa actividad turística en Tulum, la cual ha convertido a este paraje en plataforma de acrobacias y paseos turísticos en bote, con miles de turistas concurriendo cada año. El templo se levanta hoy en día como legado del poder del capitalismo, yaciendo al descubierto, ante la mirada de los curiosos. ¿No será que los mayas hubiesen preferido que su historia permaneciese “oculta?”
Catherwood cuenta que fue particularmente difícil despejar estas ruinas ya que estaban “tan cubiertas de árboles que fue por puro accidente que este y otros edificios fueron descubiertos.” Aunque fueron los trabajadores indígenas quienes hicieron la mayor parte del trabajo de limpieza, en su libro Incidents of Travel in central America, Chiapas, and Yucatán, Stephens escribe “hice a los indígenas a un lado y quité la tierra floja con mis propias manos.” Esta cita demuestra ese sentimiento de posesión que invadía a Stephens, así como su deseo de ser reconocido como el descubridor legítimo del monumento.
No es una coincidencia el que Catherwood haya dado tanta importancia a la luna y los jaguares en esta imagen. Las fases de la luna constituían la base del calendario Maya, y en Mesoamérica, el jaguar era uno de los animales más temidos y respetados, y representaba el poder y la autoridad. Por otra parte parece que Kinich Ahua, el dios sol, a quien esta pirámide fue dedicada, tenía cierta relación con el jaguar durante su recorrido nocturno hacia el abismo. Los mayas creían que cuatros bacabs (guardianes del cielo) sostenían las trece capas de la tierra, mientras que al jaguar se lo relacionaba a menudo con el abismo.
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