Las lágrimas de los indios, la justicia de Dios La resistencia armada maya


Las lágrimas de los indios, la justicia de Dios
La resistencia armada maya
Mario Humberto Ruz


Convento de San Bernardino de Siena
Si bien la resistencia cotidiana fue la más común en el mundo maya a lo largo del periodo colonial, cuando la explotación a manos de los españoles y sus descendientes alcanzaba niveles francamente intolerables, o los dominadores emprendían acciones que atentaban contra los pilares del sustrato cultural maya, éstos no dudaban en recurrir a las armas. De ello dan cuenta más de un centenar de pueblos involucrados en levantamientos registrados durante los tres siglos de dominación hispana, en especial en Chiapas, Yucatán y Guatemala.
Alrededor de 1552, tras la rebelión maya de 1546, la orden franciscana fundó, al sureste de la plaza principal de Valladolid, el convento de San Bernardino de Siena. 
Foto: Secretaría De Turismo
NOVIEMBRE DE 1546: VALLADOLID, LA PRIMICIA
Apenas apareció la luna llena, comenzó el ataque. Comandados por los cupules de la antigua Sací, rebautizada como Valladolid, los mayas de las provincias de Sotuta, Ah Kin Chel, Cochuah y Calotmul se alzaron en noviembre de 1546 contra los españoles y sus familias, ultimándolos. De paso, mataron a centenas de indios “traidores” que habían aceptado servirles, así como a los perros y gatos que profanaban con huellas nuevas las tierras del Mayab, y finalmente arrancaron de cuajo los “árboles de Castilla”, en un denodado esfuerzo por erradicar de una vez y para siempre toda traza de los detestados invasores.
Aunque el levantamiento destacó por la violencia de ambos bandos (la represión fue brutal), no fue el único que estremeció al mundo maya colonial. Entre rebeliones, motines, tumultos, conjuras y alzamientos, los brotes de resistencia armada lo suficientemente importantes como para haber dejado huella en los archivos superan el centenar de pueblos involucrados.
La gran mayoría surgió como respuesta al incremento en la explotación económica y laboral por parte de los hispanos o los criollos; explotación que en ciertos periodos y bajo determinados funcionarios civiles y hasta eclesiásticos alcanzó niveles intolerables, en especial cuando aumentaban los tributos o se exigían contribuciones extraordinarias (“derramas”) para sufragar tal o cual necesidad económica de la corona o de las instancias de gobierno locales. Pero ciertos movimientos comenzaron por otras causas. Así, pueblos hubo que se rebelaran porque su cura pretendía cortar la ceiba que señoreaba las plazas centrales (símbolo de particular importancia, pues representaba el axis mundi del cosmos maya), o porque se les prohibía ejecutar ciertas danzas (cuyo profundo contenido ritual no escapaba a los españoles).
Con independencia del motivo que los animase, por lo común se trató de movimientos circunscritos en extensión y temporalidad, y cuya falta de estructuración facilitó su rápido sojuzgamiento. De hecho, la resistencia fundamental se daba en otros frentes de la vida cotidiana, y comprendía un inmenso abanico de estrategias, que podían cambiar dependiendo del momento y el adversario.

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